La última joven que recibió Luis XVI en Versailles

Vamos a ocuparnos de detalles curiosos, pequeñas historias, que tanta fama le dieron a George Lenotre y que tanto nos hacen disfrutar.

Cuenta Lenotre la historia de Pierrette Chabry, una chica de diecisiete años, la última persona a la que recibió Luis XVI. Jornada trágica del 6 de octubre. La víspera, el día 5, más de seis mil mujeres y mil hombres se pusieron en marcha desde París a Versalles, bajo la lluvia, por caminos embarrados, amotinados contra una Corte que no se priva de nada mientras en París escasea y se encarece el pan. Ya cayó la Bastilla meses atrás y el pueblo de París es consciente de su fuerza.

Después de atravesar Sèvres, llegan al Palacio de Versalles: Luis XVI ha tenido que interrumpir su caza y sobre eso de las 20 horas, debe recibir a una comitiva de los manifestantes que se agolpan ante las altas verjas del Palacio. Un grupo de diputados (la Asamblea Nacional, antes de trasladarse a París, residía en Versalles, junto al Rey) sale a parlamentar: el Rey recibirá a doce mujeres. Diez son elegidas en seguida y llegan a Palacio junto con los diputados. Pero una vez dentro, uno de los ayudas de cámara les hace esperar hasta que el Rey pueda recibirlas, lo que finalmente se hace, pero reducido el grupo a cuatro mujeres. Una de ellas, Pierrete Chabry, aprendiz de escultora (clase obrera por tanto), fue la que pudo trasladar al Rey la situación de penuria del pueblo de París; fue escuchada y bien tratada por el Rey y en seguida, abrumada por la magnificencia del Palacio, agotada por la marcha, se desvaneció. El Rey mandó que le sirvieran vino y se restableció. Cuando volvió con el numeroso grupo de mujeres y habló del buen trato del rey, empezaron a pegarla y a acusarla de haberlas traicionado y de haber recibido dinero. De no ser por algunos guardias, según declaró en un proceso por los hechos del 6 de octubre, la hubieran acabado matando a golpes. Los guardias volvieron a llevarla ante el Rey para que este asegurara ante la multitud que no le había dado, a la pobre Pierrete, ni un sol. Dirá sobre este incidente Lenotre:

“¿No da mucho que pensar que la última mujer recibida en la Corte, que siguiendo una etiqueta inflexible, llegara incluso hasta el gabinete del Rey -ese santuario que ni siquiera fue pisado por tanto noble ambicioso- fuese una chica del pueblo, una obrera pobre, que llegó para pedir pan?”

G. Lenotre: Les Tuileries. Fastes et malefices d’un palais disparu, París 1933.

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